Las siglas PNL son la abreviatura de la expresión “Programación Neurolinguística”. Sus fundadores, Jhon Grinder y Richard Bandler, fusionaron durante su etapa de universitaria disciplinas aparentemente antagónicas entre sí: lingüística, matemáticas, informática y psicología con el objeto de crear un modelo de excelencia con el que confrontar otros modelos del comportamiento humano menos excelentes. Esa creación surgió en un campo inesperado, cuando R. Blander se interesó por el trabajo de Fritz Perls, el padre de la terapia Gestalt, aprendiendo de éste y obteniendo grandes resultados en su trabajo sin tener muy claro cómo lo hacía. Fue entonces cuando entra en juego la meticulosa labor de Jhon Grinder, que codificó el modelo de aprendizaje de su compañero Blander, detallando el esquema conforme al cual había aprendido. Así nació la idea de la PNL como una “programación” de aprendizajes y conductas aplicada al desarrollo personal.
El segundo elemento de la ecuación es la “neuro”. Nuestro cerebro se vale de los sistemas sensoriales (auditivo, visual, olfativo, gustativo, quinestésico) para captar la información del mundo exterior y asimilarla en su mundo interior. Además, nuestra mente agrupa el contexto espacial y temporal en su conjunto: lo que ocurrió, lo que vi, lo que oí, lo que sentí, junto a todos los factores internos y externos que coexistían en ese momento, dando lugar a que muchas veces hagamos asociaciones inmediatas e inconscientes. Por ejemplo: el olor a magdalena me recuerda a la casa del pueblo de mis abuelos; esa canción que me emociona por sorpresa; el color azul me relaja…
Y así va formando nuestra mente a través de los sentidos su particular representación de ese trocito de mundo, que en PNL llamamos “el mapa” de la persona.
Por último, y no menos importante, nos queda el tercer elemento del trípode: la lingüística. Desde el momento en que somos conscientes de la nueva información que hemos adquirido del mundo, lo que hacemos es darle significado y poner palabras “a nuestro mapa”. Por eso las palabras son tan importantes y no se las lleva ningún viento. Son tremendamente reveladoras de cómo vive y siente la persona que tengo delante: las palabras que dice, las que distorsiona, las que omite, las que generaliza…Todas ellas nos muestran el mapa de esa persona.
¿Y para qué nos sirve todo esto? Aquí viene la parte más emocionante y constructiva de la PNL:
Trabajando con el profesional adecuado y responsable, podemos adoptar nuevos modelos de aprendizaje que nos hagan fluir como pez en el agua, cambiar hábitos, desbloquear connotaciones negativas que nos impidan alcanzar un fin, ampliar la perspectiva de una experiencia mirando todo el territorio, y no solo nuestro mapa…
En definitiva, tenemos a nuestro alcance herramientas muy eficaces para convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos.
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