Enseñar incluso sabiendo parece fácil, aunque en el mundo actual se hace difícil. Una vez, escuché a alguien sabio decir que “lo complicado no es enseñar, sino hacer que las personas aprendan“.
Comparto plenamente esta opinión, pero a pesar de que me esfuerzo en aplicarlo como mentora, reconozco que me cuesta muchísimo. Me resulta muy complicado elegir entre explicar a otros lo que yo ya sé, o lo que creo que sé hacer desde mi ejemplo. En contraposición, ellos deben descubrir de forma autónoma la inteligencia emocional. Y, al mismo tiempo, deben empezar a utilizar las distintas y múltiples habilidades y herramientas de la misma.
PRACTICAR Y PREDICAR
Sé que predicar con el ejemplo es el camino adecuado para enseñar cualquiera cosa. Y lo es, especialmente, en el campo de la inteligencia emocional. Una vez que las personas descubrimos solas o acompañadas el valor de cualquier herramienta, somos los primeros que nos convertimos en expertos de uso. Es cierto también que cualquier herramienta requiere de paciencia y continuidad en su práctica. Por ello, un buen maestro es aquel que es producto de lo que enseña. Y que, con su ejemplo, hace que los alumnos crean y confíen en el contenido que se enseña.
Y, especialmente, la enseñanza de la inteligencia emocional no solo requiere de un conocimiento teórico que probablemente muchos tengamos. Sino que también exige que lo reflejemos en nuestra actitud y acciones cotidianas. Utilizando todas sus modalidades en el proceso.
PRUEBA Y ERROR
Os aseguro que no resulta fácil ser ejemplo de doce competencias personales y trece sociales que, para mí, se engloban en inteligencia emocional. De hecho, fallo muchísimo. Pero creo tanto en su importancia de cara al mundo actual, que considero un regalo que mi trabajo exija un uso especial de ella.
La educación y la enseñanza es la base de la persona y, por ello, la base del mundo, pues este se conforma de personas. Un mundo en continua y vertiginosa evolución obliga sin duda a una reeducación y adaptación continua. Y con ello, al aprendizaje de nuevas herramientas, conocimientos técnicos y habilidades. En mi caso, procuro dedicar tiempo cada día a esta reeducación y adaptación. Y de esta manera, poder seguir enseñando a aprender y a disfrutar en el camino del aprendizaje. Esto es una parte fundamental de la inteligencia emocional.