Desde hace algún tiempo, en un lugar recóndito del planeta Tierra, al que sólo se puede llegar a través de los sueños, viven unas pequeñas criaturas de suave pelo con mechones de diferentes colores por todo su cuerpo. En su cabeza se puede apreciar dos ojos grandes y verdes, ¡todos tienen los ojos verdes! También tienen una boca un poco extraña, pues no se parece a la nuestra, sino que tiene forma de luna tumbada panza arriba e irradia una luz intensa y blanca. No tienen dientes, ni lengua, sólo irradia luz. Sus antenas hacen de oídos y de nariz, las tienen situadas en la parte posterior de su cabeza.
Justo al otro lado del planeta vive Teo, un niño con muuucha imaginación. Le encanta imaginar historias fantásticas llenas de criaturas con rasgos muy diferentes a los de los humanos. A veces en clase y, con cierta insistencia, la maestra le invita a que haga dibujos con formas conocidas, como puede ser la de un perro, la de su mamá o la de una flor. Pero él siempre termina dibujando lo que su corazón le dicta.
En una noche estrellada, cuando la mamá de Teo le estaba contando un cuento, éste cayó profundamente dormido…
Un sueño maraviloso le llevó hasta ése recóndito lugar, rodeado de criaturas de mechones de colores con unas antenas muy graciosas y una boca con forma de luna panza arriba. Las observó y las observó, hasta que pudo apreciar algo diferente en ellas, y no era ni la forma de su cuerpo, ni siquiera la gama de colores tan bonitos que tenían.
Apreció cómo ante la tristeza de una de esas criaturas, las demás la abrazaban.
Apreció cómo ante un enfado ¡muy muy grande! de otro de estos entrañables seres, los demás no le discutían ni le reprochaban su enfado, simplemente, esperaban a que se sintiera mejor respirando profundamente y haciendo un dibujo de su enfado.
Apreció cómo en una especie de escuela rodeada de flores y árboles, todos dibujaban cosas muy raras, ¡algunas de esas cosas se parecían a los humanos! y nadie les invitaba a cambiar su dibujo.
Cuando se despertó por la mañana le preguntó a su mamá:
-Mamá, ¿Qué puedo hacer cuando tengo ganas de llorar, estoy enfadado, o no puedo parar de gritar por lo contento que estoy?
Y su mamá, que en sueños, ya había visitado ése curioso lugar, le respondió:
–Respirar, tesoro, respirar profundamente y cuando hayas entrado en calma pedir lo que necesites desde lo más profundo de tu corazón.