Inauguro mi participación en esta bonita iniciativa de Alma Colectiva compartiendo con los lectores un tweet de Francisco Mora, Doctor en Neurociencias por la Universidad de Oxford y Doctor en Medicina por la Universidad de Granada, para invitaros a llevar esta reflexión hacia el mundo de la educación, el aula y nuestros estudiantes.
“Todos llevamos nuestra propia historia a cuestas. Una pesada mochila. Pero es dramáticamente cierto que nadie conoce la intimidad de esa historia. Ni siquiera quien la posee. Por eso a veces son amargas las voces de esa intimidad. Y saber que, entre tantos “otros”, vivimos solos.” Francisco Mora on Twitter
¿Qué llevan los estudiantes en sus mochilas?
¿Cómo es esa mochila de nuestros hijos o alumnos?
Niños y adolescentes salen cada mañana de casa y llegan a las aulas cargados con una mochila llena de libros, libretas, bolis, lápices y el bocadillo… pero también llevan en esas mochilas sus emociones y sentimientos generados a raíz de sus experiencias, vivencias, creencias y expectativas de los demás. A veces, sus mochilas pesan, y en mi opinión, si les preguntamos a ellos, nos dirán que su entorno educativo no es capaz de atender sus necesidades emocionales.
Y no podemos pedir atención sostenida a estudiantes o hijos con problemas a resolver.
¿Qué esperamos de ellos?
Aprobados, actitud positiva, disposición para aprender, atención sostenida, relaciones sanas, etc…
¿Cuántas veces al día sienten miedo, rabia o tristeza?
¿Cuántas veces al día se sienten alegres, queridos y valorados?
¿Valoramos más los resultados de sus notas o el valor que tienen como personas?
Para mí, la educación emocional es un maravilloso vehículo para promover y atender esas necesidades emocionales de los estudiantes y generar climas (tanto en casa como en sus centros escolares) que inviten al diálogo y gestión de sus miedos, enfados, nervios y, decepciones; y también que inviten a potenciar en sus vidas emociones agradables como la alegría, felicidad y amor. Ayudarles a que construyan una identidad sólida basada en sus fortalezas, valores y cualidades, enfocados en aquello con lo que sueñan.
Educar con inteligencia emocional supone bucear en la parte íntima de cada uno para vaciarse de aquello que más pesa y resta y aprender a vivir comprendiéndonos y aceptándonos, llevando a cabo acciones saludables que generen un clima de afecto, empatía y sintonía.
¿Conocemos bien la historia de nuestros hijos y alumnos?
¿Cómo atendemos sus necesidades para ayudarles a gestionar su mundo interior (su mochila)?
Gracias Elena por compartir este artículo sobre todo a estas alturas del curso que los chicos están ya muy cansados y se enfrentan a los últimos exámenes, preguntarles como están y no sólo como les han salido los exámenes es sumamente importante.
Gracias otra vez por acompañar a mi hijo en sus sesiones este año. Ha sido todo un cambio.