Comenzaremos con un poquito de historia sobre su origen, antes del hablar sobre el significado de coaching. La palabra coaching viene del nombre del pueblo húngaro de Kocs, destacado por la fabricación de un tipo de vehículo similar al carro, carruaje o carroza. Esta nomenclatura se adoptó en distintos idiomas, dando lugar al kotsche alemán o al coche francés o español. Más tarde, Reino Unido comenzó a usarlo para referirse a procesos de aprendizaje que implicaban pasar de un estado a otro a modo de vehículo, tomando mucha fuerza en el ámbito deportivo, hasta el punto de consagrarse la figura del coach como entrenador (que es la traducción en inglés actual, pero no su único significado).
Podemos definir el coaching como el proceso de acompañamiento a una persona en el camino que realiza hacia la consecución de su objetivo.
Las áreas sobre las que puede practicarse son muy variadas: coaching para la salud, deportivo, familiar, laboral o ejecutivo, infantojuvenil… Y su estructura es muy sencilla: el coachee (o cliente) un coach (el profesional) y una conversación.
Un buen coach tiene como premisa inicial que en el binomio coach-coachee, éste es lo más importante. La persona viene con una preocupación o con algo que no le encaja, sufre, está bloqueada, quiere tomar una decisión pero le invaden ciertos miedos; no sabe por qué sistemáticamente actúa de una determinada manera o simplemente desea mejorar algún aspecto de su vida. Quiere un cambio.
Para ello el coach va generado un contexto de confianza, cercano y respetuoso con la persona que tiene delante, prestándole toda su atención mediante la denominada escucha activa. Una escucha libre de juicios, pues no le interesa saber el fondo de una historia sino en qué medida lo ocurrido impacta en el cliente, en sus emociones, y por tanto, en su vida. Y trabajar con ello.
¿Y cómo lo hace? A través de preguntas poderosas, reformulando, reencuadrando, retando, practicando dinámicas y ejercicios que permiten al cliente adquirir mayor perspectiva de la situación y tomar conciencia de lo que quiere y de lo que no, de lo que de verdad pasa, identificando sus propios obstáculos o la desaparición de los que pensaba que existían. Aprende a gestionar lo que siente de una forma sana para sí mismo y para los que le rodean, depurando pensamientos que limitaban su visión y dejando aflorar todos los recursos que están a su disposición, sacando lo mejor de sí mismo.
Ante el nuevo horizonte de posibilidades solo queda pasar a LA ACCIÓN e ir a por ello, elaborando un plan con unos tiempos reales para conseguir su merecidísima recompensa, el objetivo.
Aunque puedes imaginar, y estarás en lo cierto, que no es ese objetivo final lo único importante del coaching. Un proceso bien hecho es, en sí mismo, un instrumento revelador de lo que somos y del gran potencial que tenemos, permitiéndonos mirar en adelante la vida con nuestros ojos más auténticos, los ojos del alma.
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