Cuando a alguien se le dice que se está comportando como un niño, esto se entiende como un reproche. Es decir, como un comportamiento no adecuado. Lo que yo me pregunto es si esto es lo correcto. Y siendo honesta, cada día creo más que el comportamiento adulto supera al de los niños en incoherencias, limitaciones, miedos y frustraciones.
LA INTELIGENCIA EMOCIONAL, UN BIEN A PRESERVAR
¿Cuántas veces los consejos qué nos dan los expertos sobre comportamientos que debemos realizar con los niños resultan más útiles con los adultos? Para mí, muy a menudo los niños se comportan muchas veces de forma más inteligente e nivel emocional que los adultos. Dentro de nuestro modelo educativo y sistémico, les hacemos perder toda esta inteligencia emocional. Algo que, como ya hemos comprobado, resulta importantísima en el disfrute y éxito de la vida.
Tengo un sobrino de 10 años y otro de 15 años. El mayor ya se comporta como un adolescente y, progresivamente, comienza a actuar de forma adulta. Desde esta premisa, podríamos trabajar con la idea de que ya no es un niño. Sin embargo, el menor sigue de momento comportándose como un niño y, por mi parte, intento imitarle en muchísimas cosas. Tal vez así, pueda recuperar habilidades y fortalezas de la inteligencia emocional que he perdido en el camino.
PIONEROS EMOCIONALES
También considero que debemos inculcar y hacer practicar a los niños otras herramientas y habilidades de la inteligencia emocional. Habilidades que quizás no sean tan innatas, o cuyos matices debemos pulir a medida que las capacidades del niño se adaptan a ellas. ¿Por qué? Porque aunque tengan dichas habilidades, debemos guiarles hacia el beneficio de utilizarlas dentro del sistema en que vivimos. Y, ante todo, hacia hacer un buen uso de ellas de cara a las personas con las que nos relacionamos.
Una vez más, este entrenamiento y educación seria necesario en la sociedad actual no solo para los niños, sino para todo el mundo.